Aquella noche fue larga, sentado en el saliente del faro, escrutó, ahora en silencio, el cielo estrellado, la noche no podía ser más perfecta, el viento dormía por detrás del horizonte, mecido tal vez por las pequeñas olas, la luna nueva apenas ocultaba el mosaico de estrellas, y mas que un astro esplendoroso parecía un desgarro en la negra tela del firmamento, todo parecía perfecto... pero algo fallaba, no era igual que otras veces en que esa soledad le había sobrecogido y llenado. Se dio cuenta entonces, que las cosas no son felices o tristes, sino que nosotros mismos l es infundimos e impregnamos el hálito que nos conviene, un cuadro como aquél que tenía delante, le había inspirado sentimientos distintos en otras épocas, a su mente acudieron miles de citas y frases leídas en soledad, acudían todas a empujar mas a su corazón hacia el abismo de amor, ahora entendía muchas de ellas, que, en su momento parecían complicadas y faltas de lógica, recordó en especial una de Shakespeare:
“Entonces y sólo entonces sabrás realmente lo que puedes soportar; que eres fuerte y que podrás ir mucho más lejos de lo que pensabas cuando creías que no se podía más. Es que realmente la vida vale cuando tienes el valor de enfrentarla.”
Había llegado otro momento crucial en su vida, se enfrentaba a otra metamorfosis, quizás la mas importante, el capullo se abría sin remisión, su corazón bombeaba sangre a sus alas y estas se abrían temblorosas por primera vez.
La luz del sol tuvo el detalle de despertarlo con calidez, acurrucado en un rincón de la torre, bajó la escalera de caracol y miró los objetos de su casa como quien los ve por vez primera, allí estaban las fotos de sus padres... una suya con Lena, la perrita de su niñez, sus caracolas, sus revistas de viajes, los libros de su madre, e incluso la pipa de su padre, allí estaba su pasado, tras la puerta estaba, ahora lo sabía seguro, su futuro, solo necesitaba decisión... puso música... eligió “claro de luna” de Debussy por se la que en noches como la pasada solía elegir. Luego cuando la aguja del giradiscos empezó su recorrido, se dirigió hacia la puerta, iba a abrirla cuando alguien llamó, la abrió y de nuevo era ella, sonreían sus ojos, sonreían sus labios, sonreían sus manos y Berto también le sonrió.
- Hoy no vengo por agua, mis amigos y yo pensamos que si no te gustaría pasar una mañana tan hermosa con nosotros.
- Me encantaría – dijo él, y como si fuera algo normal y cotidiano salieron juntos hacia el grupo.
-¿Cómo te llamas?- preguntó ella mientras arrancaba una rama de hierba.
- Me llamo Berto –
- Yo me llamo Sole, Soledad.
Al oír esto, su mirada, la de él, giró hacia el acantilado, buscó la roca en la que tanto penó de pequeño, “Soledad”. no podía ser de otro modo, pensó.
En el faro, Debussy acabó de desgranar su Arabesco... la última pieza del disco, luego el silencio solo quedaba roto por el rítmico salto de la aguja en el disco ya acabado que continuaba girando.
Giraba el disco, giraría el faro aquella noche, girarían las estrellas en el techo del firmamento y la vida, como siempre, como no puede ser de otra forma, continuaría girando.
FIN
(Acabó la penitencia, espero opiniones, críticas, “tomates” dialecticos, algo que me haga pensar que alguien lo leyó)
Okawango
Gracias María, quién expone su forma de pensar y de ser en un blog, lo que mas ansía es que alguien lo lea, lo entienda, le guste y se lo haga saber. Bienvenida y gracias de nuevo.
ResponderEliminarQue bonito Fali tengo un primo casi poeta o mejor farero de su vida.
ResponderEliminarGracias Paco, ha sido estupendo descubrir tu blogs, nos vemos muy poco pero es una forma de saber de ti. Me parece muy interesantes porque participo de tus ideas. Además me "chive" a mi hermana y también te lee.
ResponderEliminarUn Abrazo de Okawango (antes conocido como Fali)
Hola Rafael:me ha gustado muchisimo;profundo y
ResponderEliminarameno a la vez.Me trasladé completamente a aquel faro y a la vida de aquella persona ,lo he visto todo:el faro,personajes,mar,todo....
Puedes escribir novelas enteras,no se hace pesado leerte, todo lo contrario.
Volveré a ser lectora empedernida,gracias ati. La Manca de Lepanto.