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EL BURRITO DE HAMBURGO

Suelo viajar poco, no tanto porque no pueda sino porque inconscientemente me niego a buscar la felicidad que me proporciona el viajar con quien quiero viajar.
Cuando lo hago tengo una extraña costumbre; de todo lo que veo durante los días de mi viaje de todos los lugares maravillosos que visito y de los que no lo son tanto me fijo en uno, un único lugar u objeto de escasa importancia del que sé que no encontraré rastro en Internet porque no es importante y que el tiempo o el ser humano no va a cambiar de lugar a corto plazo, debe ser algo inanimado, solitario e inmóvil, sobre él centro toda mi atención, intentando memorizar todos los detalles posibles.
Luego cuando el viaje me trae de vuelta a casa, cuando el tiempo ha borrado algunos lugares de mi mente porque pasaron demasiado rápido, cierro los ojos y traigo a mi mente el lugar u objeto elegido.
Como si fuera la entrada a una memoria especial rememoro el momento en que lo vi, en que lo toqué en que lo memoricé y pienso que en ese instante ese objeto sigue estando en el mismo sitio, puede que a miles de kilómetros de distancia, puede que bajo la lluvia, puede que esté siendo observado por otras personas, pero está allí, y me parece un momento mágico donde la melancolía y a veces el dolor por la lejanía y los momentos pasados se unen.
En mi ultimo viaje a Hamburgo escogí una estatua, (Hamburgo está lleno de estatuas), de un parque muy cercano al lugar donde parábamos, es la de un burrito de bronce (creo) sobre el que monta un muchacho desnudo y escuálido, no sé a que o quien evoca, pero ahora, cada vez que lo recuerdo me evoca con toda clarida a Hamburgo, sus lugares y a quienes me rodeaban en ese mismo instante.


Saludos Okawango

3 comentarios:

  1. Si querida María, hay viajes que no daberían terminar nunca, así no nos tedríamos que enfrentar a nuestros problemas personales, viajar es como una droga, cada vez que lo hice , desde hace unos años, me sentí en pleno, sin fisuras, y los problemas parecían haber quedado en el arco de seguridad de aeropuerto. Pero a la vuelta los mismos problemas, te esperan y vuelve el sufrimiento propio y ajeno. Gracias por tu comentario ChipiRonera,

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  2. Amigo Okawango:

    Yo también suelo tener esas sensaciones que describes.
    Muchas veces, terminado el viaje del que se trate, cuando ya estoy en casa, suelo recordar algún momento muy concreto, la particularidad del cual puede venir dada por la compañía, por el paisaje, por algún olor, sonido... o por una mezcla de todo lo anterior.
    Lo más llamativo, como en tu caso, es que ese instante temporal que luego recuerdo tiene que ver con algún detalle en el que casi nadie (creo) repararía.
    Un saludo.
    PD: Por cierto, ¿cuál es tu nombre de pila?

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  3. No sé como llamarlo, melancolía, añoranza, saudade..?, lo cierto es que el recuerdo, como si de un puñal se tratara vuelve una y otra vez recordando lugares, imagenes y sitios que aún están allí; y miradas, risas y sonrisa que ya no están alli y que no se las espera. Perdona, son cosas mías.
    Me alegro coincidir con alguien en esta sensación y que no sea un fallo de mi mente sino algo mas normal.
    Mi nombre de pila es Rafael, Rafael García Corbacho, aunque mi primo Paco Piniella, su hermana, María y otros me llaman Fali.
    Lo de Okawango fué una invención, un seudónimo.

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