lunes

EL MUSICO DEL PARQUE GUELL

Tomó pausadamente el taburete de madera que había extraído de la bolsa de tela azul y lo colocó en el sitio que creyó correcto, luego dobló el lienzo azul y lo depositó con delicadeza en el suelo. Sus movimientos eran pausados y ceremoniales, en su rostro nada delataba ni supuraba la amargura interior.
Extrajo su viejo violonchelo de la funda lo miró con dulzura, casi con amor, era su único compañero fiel, el amigo que nunca le había defraudado y al que creía que tampoco había defraudado.
Cuando se sentó en el taburete y colocó su instrumento en su regazo sintió la calidez de un abrazo, la melancolía de un adiós y la ansiedad de un sonido. No estiró los brazos como músicos orquestales ante su auditorio, no había partitura pulcra ante sus ojos, todo lo que debía hacer estaba ya grabado en su memoria desde hacía tiempo y este, el tiempo, parecía ahora alargarse y contraerse según los latidos de su mal herido corazón. Acarició el mástil como quien acaricia el cuello de un cisne, su mirada mas bien irradiaba alegre encuentro que triste despedida.
La primera nota surgió del roce del arco con la cuerda y sintió como si toda su vida se grabara en ella, un torbellino de imágenes y sentimientos empezó a soplar a su alrededor y nuevamente, instrumento, músico y música desaparecieron del teatro vital, para trasladarse al éxtasis intemporal.
Junto a él, el sembrado de sólidas columnas giraba como coro de ópera alrededor de su tenor, las personas que paseaban admirados por la belleza del escenario, la esbeltez de las columnas, la sencillez del suelo, la cargada y colorida originalidad de los capiteles y el techo, pasaron del diálogo al murmullo y de este al silencio, nadie les había pedido silencio pero como por encantamiento, cual niño de Hamelín, sus oídos, tras ellos su cerebro y por último su vista les había llevado hacia el músico. Todos callaron como en un guión de cine, todos prestaron la atención al músico y sus notas, personas mayores con su mirada de agrado, jóvenes con admiración y hasta niños con curiosidad.
La música, libre de murmullos, se extendió como el aroma hasta el último rincón de la columnata, llenó cada rincón de la escalinata y cada voluta de adorno.
Ahora músico, música, escenario y público se habían fusionado sin exigencias en la mas perfecta amalgama de sentidos y nunca, nunca jamás aquél espacio había gozado de tanto arte, Nunca había existido una integración tan grande entre sonido y entorno, muchas veces había sonado esa pieza en ese marco tocado por esas u otras manos, pero jamás de los jamases había estado tan impregnada de sentimientos como ahora.
El músico abstraído y sereno continuó presionando y rasgando las cuerdas extrayendo con cada movimiento de sus brazos y muñecas sonidos dulces y melancólicos, nadie parecía moverse y hasta la brisa del medio día aplacó su serpenteo entre los pilares para sumarse al coro de oyentes silenciosos.
Mientras la pieza sonaba y casi sin desearlo la mente del músico revoloteaba por su pasado posándose en momentos dulces y momentos amargos, sus ojos cerrados parecían visionar tras el velo de los párpados imágenes de un desamor, un desencuentro una desilusión profunda como su melodía. Cuando esta tocaba a su fin, músico, violonchelo y una lágrima densa cayeron al suelo con un estruendo que hizo explotar la burbuja del momento en el corazón de los oyentes para traerlos a la realidad mas dolorosa.
. . .
La Ambulancia gritaba agónicamente por la Carrer de Larrard en dirección al hospital de la Santa Creu, cuando un empleado municipal se encargaba de recoger el instrumento que, herido de muerte bajo el peso del músico esperaba junto al taburete, a su alrededor cientos de turistas, aun perplejos emprendían su empeño de inmortalizar el escenario con sus cámaras de ultima generación.

Okawango

7 comentarios:

  1. Precioso el relato y muy bien escrito. Te felicito. Llegue aqui por casualidad y me he tomado la libertad de agregarme para recordar que debo volver. Saludos. Victoria.

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  2. Gracias desconocida amiga, me alegro que te guste, para eso escribo, de nada sirve la obra, si no hay nadie que la valore, critique, alabe u odie.
    Por si te interesa existe otros relatos, algunos mas extensos, en otras entradas del blog.
    Visitaré tu blog.

    Saludos Okawango

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  3. Atraida por el titulo del Parque Guell, que está cerca de mi casa y en mi ciudad...me encuentro este magnifico relato.
    En un escenario conocido y como una experiencia ya vivida,pues cierto es que los músicos se colocan entre las columnas(la foto que has puesto), en lo que se llama la"sala de las cien columnas",(aunque no haya tantas)... que sostienen la gran plaza del parque Guell, pues la acustica que crea es muy buena.
    Un sentimiento triste el de tu músico particular,de desamor de soledad...
    Si me permites volveré.

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  4. Gracias Anna, me halaga tu comentario, la idea del relato nace de una visita a Barcelona, ciudad que me enamora, y una subida al parque Guell donde un músico (en realidad con una guitarra) añadía un sentido mas (el sonido) a los ya desbordados por el entorno. Nuevamente gracias Anna, me encantaría que volvieras a mi humilde blog. Y si me permites, yo también volveré a tu Barcelona.

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  5. Pura poesía, como siempre el desamor es más estético que el amor ¿no crees? a pesar del sufrimiento que ello conlleva.

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  6. Me ha encantado. Es un relato lleno de lirismo y de música ...

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  7. Gracias Inma, me alegro de "leerte" y de que te haya gustado.
    Lirismo puede; para la música me hace falta alguien a quién Euterpe, diosa griega de la música, haya otorgado ese don, si puede ser que toque el chelo. ¿Conoces a alguien?. Saludos

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