Cuando viajo me gusta conocer los sitios a primera hora de la mañana, pasear por las despobladas calles, sentir la tibieza del sol que bosteza, oler la humedad del rocío y escuchar las barajas de los establecimientos que abren, el saludo de los comerciantes y aroma de las cafeterías.
Esto fue lo que hice un fin de semana pasado en Jaén, protegido en el anonimato y con la libertad que da la soledad paseé por las calles mas altas y antiguas de esta ciudad. Y lo que vi me gustó, creo que Jaén es una “pequeña gran” ciudad muy cómoda y acogedora, asediada por ejércitos de olivos, no se si sus calles se derraman desde su alcazaba hacia las lomas o intentan escalar las laderas huyendo de la marea de olivares. Puede que le falte dimensión (no espacio) pero esto le da ese encanto de quién no tiene pretensiones de gran ciudad, evitando sus cargas de tráfico demente, stress y locura colectiva, en Jaén (supongo) que debe existir un ritmo de vida sensato y saludable lejos de las barbaridades sociales que vemos diariamente en las noticias .
Otro asunto mas importante es la compañía, viajar en solitario está reservado a poetas y atormentados y yo no soy, ni lo uno ni lo otros, yo fui acompañado y, !Que fantástica compañía la que llevé y encontré¡. Colmado de atenciones y sintiéndome comprendido y querido es mucho mas fácil ser visitante y sentirse como en casa. Sin decir nombres, ellos lo saben, quiero a gradecer de modo infinito a mis anfitriones y a mis acompañantes lo bien que me trataron y reiterarles lo mucho que les aprecio.
Espero que esta no sea mi última visita a Jaén, tiene aún muchos rincones que mostrarme y con los mismos amigos tengo muchos buenos momentos que vivir.
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